DENTISTAS
La boca es un tabú como otros muchos tabús. Se trata de hablar de la salud, y eso encoge.
Con objeto de preservar ese apartado de oscurantismo y de ocultación, no vamos a profundizar inicialmente en ese "doloroso terreno".
CONSULTA MODELO PARA PROCEDER A EXTRACCIÓN.
IMAGEN CREADA POR ORDENADOR, FUTURO INCIERTO.
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Hablar de dentistas, es hablar de "dinero que se te va" y de "muelas que pierdes". Pero también de experiencias inolvidables en sus Consultas.
Veamos alguna...
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INDICE "MÁS ALLÁ de AQUÍ"
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DENTISTA
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EL DENTISTA QUE ME ATENDÍA
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EL DENTISTA QUE ME ATENDÍA
Una historia de recuerdos imborrables sobre el dentista, su Consulta y ese morro que le ponen estos Profesionales Libres a su modus operandi...
Los dentistas son mi pasión. Soy un experto. A mí hasta me reconstruyeron las palas de enfrente, para que pudiera descojonarme de la risa sin ponerme la mano delante la boca.
CONSULTA MODELO PARA PROCEDER A EXTRACCIÓN.
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Sin embargo, mi “dentista reconstructor” no fue el mismo que el me atendió toda la vida. Este se llamaba doztó JARDIOL (nombre falsete e inventau, pa no recibir denuncias. ¡Ja!).
TE VOY A SACAR LO QUE NO ESTÁ ESCRITO.
¡ POR MIS MUELAS !
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El doztor JARDIOL fue el pavo que estuvo manipulando mi boca y la de mi familia durante años y años.
Un buen día me puse aparatos en los dientes (me electrifiqué), y el nuevo dentista o doztó Jekils “kaskadientes”, me dijo que limpiarse los dientes cada vez que deglutiera algún alimento, obraba milagros en la salud de las encías y en el marfil dental. Y resulta ser que como soy un crédulo impenitente, seguí a pies juntillas sus consejos, y al Jardiol en cuestión, que ya debe tener tropecientos años, no le he vuelto a ver el pelo desde entonces.
Me lo imagino en la actualidad desplazándose más inclinado que la Torre de Pisa, apoyándose en un bastón o similar, y repartiendo suerte entres sus clientes con una chepa enorme sobre sus espaldas.
¡Qué bonito es envejecer!
"¡ ABRE LA BOQUITAAAAAA !"
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Eso sí, recuerdo su consulta. Mu bien, por cierto.
Fui testigo del modo en que progresivamente su Recepción y su Sala de Espera, lugares un tanto lúgubres y pésimamente iluminados, se fueron convirtiendo en espacios antiguos, decadentes, y trasnochaus. Algunas de mis más atribuladas pesadillas, siguen teniendo su consulta y tales escenarios, como platós fijos.
Si debo adjudicarle un color al “ambiente jardiolar”, sólo se me aparece el verde kaki, apagau, y enfermizo.
Los butacones de la sala de espera también tenían miga y contribuían lo suyo a la percepción global de su Consulta.
El que veías nada más entrar, tenía tres plazas y forma de uve. O sea que el asiento de la parte central, llegaba a tocar plácidamente el suelo.
A fin de evitar lo previsible, te sentabas en uno de los laterales, y entonces... ¡bualá!, tu culo, igualmente acababa tocando el puto y frío suelo de los cojones. Por cierto, embaldosado con piezas que ya no se encuentran ni en el mercado de Ocasión. ¡De museo, neng!
IMAGEN QUE VE UN PACIENTE
TRAS LA INTERVENCIÓN DEL DENTISTA... ¡ MARAVILLOSO !
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Otro detalle significativo de “su modernidaz”, a parte de la fermosa enfermera que estuvo toda la vida con él, la cual sufría de un pelín de estrabismo visual, y se movía como el Stevi “peonza” Wonder cada vez que se quedaba preñada (¡era una auténtica coneja!), eran las revistitas de la Sala de Espera. Era como una hemeroteca Rosa.
Resultaba enriquecedor y un viaje en el tiempo, releer las erosionadas, amarillentas y trasnochadas historietas de los famosetes de los setenta en plena década de los noventa. Y más si cabe, si eras capaz de hacerlo sin sufrir arcadas estomacales na más de pensar en las tropecientas yemas de dedos mugrientos de pacientes, que las habrían untado durante años y años.
Y es que lo de renovarse, para el Jardiol, no era un valor. NO era una prioridad. No era lo suyo.
Que Ikea falló en sus campañas publicitarias, lo demuestra lu Jardiol y su consulta.
Mu mal, mu mal, vikingos, mu mal.
NUEVE DE CADA DIEZ DENTISTAS RECOMIENDAN
LIMPIARSE LA BOCA TRAS CADA COMIDA,
¿CUÁL DICE NO?"
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La zona de operaciones dentales, donde el doztó trabajaba o estropiciaba, también tenía su tela. Es como si lo viera ahora mismito.
Recuerdo cómo su “Silla-Máquina-Extrae-Caries”, que presidía la estancia, construida con pesados materiales ferrosos, madera de cedro y de cuero de la Cochinchina, fue triturándose en un proceso imparable de oxidación y carcoma, amén de sufrir numerosos atentados y desgarros del cuero de felpudo.
Imagino que produzto de los fuertes agarrones a los que la silla se veía sometida por los nerviosillos pacientes cada vez que este matasanos les metía medio brazo dentro Laboca pa arrancarles todo tipo de caries, duricias y piezas dentales.
·- ¡Raaaaaka! - se oía en la sala de Espera. Luego, sólo un bramido, más que humano, animal. El paciente, vamos…
Diente pa fuera, trozo de cuero de regalo en la mano.
· “Pa ti, chatu”. Decía el doztó, y te dejabas media boca en la consulta, pero te llevabas pa casa un montón de marfil para bricolajearte un collar.
¡Presioso!
UTENSILIOS DE DENTISTA, CUASI NO OXIDADOS.
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Además el Jardiol era muy de mi ciudaz. Baturrín, baturrín. No daba en absoluto importancia a nada. Se la sudaba todo.
¿Que te hacía daño con sus intervenciones-kanival? Pues nada. Al final de la sesión, un caramelito, una colleja dura en el tarro y un “arribederchi bambino”. Eso sí, con una recomendación médica contundente:
·- ¡Y maska fuerte!, ¡bien fuerte, cojones! Que depués no te veo el pelo por la consulta en dos años, y así ya me dirás tú cómo me subvenciono el barquito que tengo amarrao en Marbella, ¿eh?
PERO SI ESO NO É NÁ !
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En fin, que a la salida de la consulta, aún no repuesto de la vivencia acontecida en esa carnicería, o del dolor incipiente por el analgésico en retirada, una tía con bata (¿enfermera?) todavía tenía tiempo de birlarte una pasta descomunal. Eso sí, con una sonrisa PROFIDENT estupendísima.
¡Tu economía truncada to el mes y a kaskarla!