1. La Selva del Camp (Tarragona)
El Siervo de Dios P. Francesc Crusats i Franch, de Seva, fue el primer claretiano que consiguió la corona del martirio que deseaba para sí mismo el santo Fundador. Seminarista de Vic y ordenado sacerdotes ingresó poco después en la Congregación. Dedicado un tiempo a la predicación en Catalunya, fue destinado a Segovia donde predicó misiones en muchos pueblos de Castilla, dejando fama de santidad. Fue considerado como ángel por su inocencia. De vuelta a la Selva del Camp, Tarragona, fue víctima de los enemigos de la religión. En su losa sepulcral puede leerse: “Insigne por la candidez de su espíritu y celo de la salvación de las almas, a la edad de 30 años fue asesinado en odio a la profesión religiosa y cristiana. Tiene iniciada la causa de beatificación”.
P. Francesc Crusats, protomártir. (+ 30 – IX – 1868).
Vocación misionera. Mosén Xifré predicó ejercicios a los futuros sacerdotes antes de la ordenación sacerdotal, entre ellos, a Francesc Crusats. El fervor, la convicción y la fuerza de Xifré impresionaron al joven seminarista, Francisco. Por otra parte, su compañero y amigo entrañable, Mosén Brossosa ingresado ya, le habló de la Casa Misión, de sus ideales y de su espiritualidad, del ambiente de piedad, de estudio, de fraternidad, del método de evangelizar a través de las misiones al pueblo. Era una propuesta nueva que ilusionó al novel sacerdote
Crusats, predicador. Poco antes de acabar el primer año de vida en la Casa Misión, Crusats, en 1859 inicia la tarea misional; en dos años predica misión en 10 poblaciones de Catalunya. Sigue el esquema y el espíritu de Mosén Claret. Crusats experimenta el impacto espiritual de la predicación. La tarea era realmente intensa: predicación catequética y moral al pueblo por la noche; misión a los niños y a los jóvenes; muchas horas de confesión; visita a enfermos, la misa. Eran de entre 15 a 18 días de actividad de la mañana a la noche. El fruto espiritual era contabilizado por el gran número de conversiones, confesiones y comuniones; y por los centenares de asistentes procedentes de los pueblos cercanos. En esta tarea de casi dos años se fraguó el nuevo misionero.
Figura misionera. Crusats era joven, alto, de rostro alegre, sereno y bondadoso; prefería evangelizar a niños y jóvenes; su estilo de hablar era concreto, sencillo y alegre. Los pueblos deseosos de ayuda espiritual, acogían a los nuevos misioneros con el corazón y con sus casas abiertos. Crusats, aparecía ante los feligreses como un sacerdote lleno de Dios y de amor a las gentes. Y pronto lo llamaron el “santo Crusats”.
Nuevas fronteras misioneras: Segovia. En 1861 fue enviado a la nueva fundación de Segovia, hasta 1868. Va a continuar la evangelización aprendida en Vic y practicada en Catalunya. En esos años predica misión a 27 pueblos castellanos. La reanimación religiosa, las conversiones, las confesiones y las comuniones en cada pueblo son igualmente impresionantes. El ya curtido misionero, Mosén Crusats vive plenamente su vocación al servicio de la gente de los pueblos que le aman y les buscan, como a Jesús.
Jesús se levantó de madrugada, se marchó al descampado y allí se puso a orar. Simón y sus compañeros fueron y, al encontrarlo, le dijeron: “Todo el mundo te busca”. Él les respondió: “Vamos a otra parte, a las aldeas cercanas, para predicar también allí; que para eso he salido”. Así recorrió toda Galilea, predicando en sus sinagogas y expulsando los demonios (Mc, 1, 35-39)
Revolución española. El mes de septiembre de 1868 se produce el alzamiento militar contra la Reina Isabel II. Como antecedentes, fueron los movimientos sociales y obreristas; también, los cambios frecuentes de gobierno de signo distinto: moderado (Narváez) y la Unión Liberal (O’Donnell); partidos democráticos como el republicano (Salmerón) y el republicano federal (Pi i Margall). Todo ello, socavando el prestigio de la Reina, hizo que en 1868 la flota, sectores del ejército y juntas locales formadas por progresistas, demócratas y miembros de Unión Liberal promovieran la Revolución de Septiembre de 1868, conocida como “la Septembrina”. Destronada la Reina Isabel II, tuvo que marchar al destierro en París. La expulsión de las órdenes religiosas y el sectarismo del socialismo y del obrerismo al amparo de la revolución afectaron a la Iglesia española y tocaron casi de muerte la naciente Casa misión claretiana de Vic que tuvo que pasar la frontera e instalarse a la otra parte de los Pirineos, en Francia. Poco antes, Mosén Crusats había sido enviado a la Selva del Camp (1868) para colaborar en actividades pastorales: ejercicios a los ordenandos de la diócesis, director espiritual del movimiento de jóvenes, “Congregació dels Lluïsos”, etc.
Mártir de la fe. El rumor lejano de sables contra la Iglesia se fue extendiendo por todo el país. También en la ciudad de Reus. Un grupo violento de izquierdas llegó de noche a la Selva del Camp. En medio de la algarada, con teas encendidas, armas, escopetas, asaltan el Convento claretiano de reciente fundación. La comunidad huye y de dispersa. Forzadas las puertas de la huerta y de la casa, los invasores se encuentran con los último claretianos, P. Reixac i P. Crusats. En medio de la confusión reinante, el primero consigue esconderse. Crusats se queda, de pié, en el claustro. Al verse acosado, les dice con actitud serena, pacífica, pero el rostro pálido, -“Qué queréis, hermanos”. La respuesta es la agresión, los golpes, insultos, amenazas, hasta que un cuchillo le corta la yugular. Crusats cae en tierra, bañado en su sangre. Se van marchando los violentos. Los compañeros de comunidad regresan y lo encuentran muriendo desangrado sobre el pavimento del claustro. Era el 30 de septiembre de 1868.
En el año 259 (dC), muy cerca de la Selva del Camp, en la “Imperial Tarraco romana”, fueron martirizados su obispo, Fructuoso y sus diáconos, Eulogio y Augurio
“... el obispo Fructuoso, por aviso juntamente e inspiración del Espíritu Santo, dijo de manera que lo pudieran oír nuestros hermanos: - No os ha de faltar pastor ni es posible falle la caridad y promesa del Señor, aquí lo mismo que en lo por venir... Habiendo consolado a los hermanos, entraron en su salvación, dignos y dichosos en su mismo martirio... Actas de los mártires, BAC 75, 788-794
El Arzobispo Claret, unas semanas antes del martirio, cuando en Vic, dijo -Éste, [Crusats], me pasará delante”, en la gloria del martirio. (Epistolario Claretiano, E.C. II, p. 1298).
Igualmente, consumado el sacrificio de Crusats, escribió Claret al Sr. D. José Xifré, en octubre de 1868: “Demos gracias a Dios: ya el Señor y su Santísima Madre se han dignado aceptar las primicias de los mártires. Yo deseaba muchísimo ser el primer mártir de la Congregación... (E.C. II, p. 1297). Tertuliano, casi dos mil años antes, había dicho: “sangre de mártires, semilla de cristianos”. En la beatificación de los Claretianos del seminario mártir de Barbastro, lo dijo y repitió Juan Pablo II.
Llega la primavera. El exilio forzoso de la nueva Congregación en Francia y la muerte de una joven promesa, Crusats, parecían presagiar crisis y desánimo. Pero el grano de trigo caído, comenzaría a dar sus frutos. A los diez años de la muerte del P. Crusats, la pequeña Congregación la formaban 117 Padres profesos, 6 Padres novicios, 41 Estudiantes profesos i 62 novicios, 77 Hermanos Coadjutores profesos y 33 novicios. Las Casas o seminarios eran 16.
Pere Codinachs i Verdaguer CMF
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Favores del P. Crusats
Favor del P. Crusats (1940)
Yo, Maria Masdeu Maideu, Viuda de Andreu Masdeu, nací en la Selva del Camp el año 1922. Cuando tenía diecisiete años yo iba a repaso al Colegio de las Religiosas Paúlas. Una tarde después del repaso me cogió un dolor de cabeza tan fuerte, que al volver a casa no podía subir las escaleras. Mis padres llamaron inmediatamente el médico de la Selva del Camp, Dr. Murillo, que vivía cerca de casa, casado cono con Maria Dolors Cabré, y inmediatamente diagnosticó que yo tenia meningitis. Aquella noche la pasé con grandes dolores. Era un sufrimiento cada día más profundo. El Dr. Murillo, viendo que mi mal se agravaba, comunicó el caso al Dr. Massot, de Reus, y al Dr. Monné, de Tarragona. Los tres doctores me visitaron en casa varias veces, haciendo una consulta los tres juntos, y me recetaron suero, que ellos hacían traer desde Madrid. Para ponerme el suero, dos hombres me cogían fuertemente sobre la cama, mientras el enfermero me daba una inyección por la espalda. Dicen que todavía me tenían que coger más fuerte cuando me pinchaban la cabeza para sacar el efectos de la infección de la meningitis (pus). Pero yo no me curaba. Cada día iba de mal en peor. Quedé ciega, muda e inútil total. Los doctores me aumentaron la dosis de suero. Pero con muy pocas esperanzas. Hicieron parar una máquina que abría avellanas cerca de casa, para que no aumentara el malestar con el ruido que hacía. Decían que si quedaba viva sería una persona estropeada. Con buenas palabras hicieron entender a mis padres que valía más que me muriera. Un día se lo dijeron abierttamente: “Está muerta. Dadla de buen grado. Ya la podéis vestir para enterrarla”. Y a continuación la Mariquita Boada –la madrina de la Blanca Nieves- empezó a vestirme, poniéndome primero las medias. Dicen que fue entonces cuando yo tuve un ataque muy violento. Yo me desperté. Y poco a poco fui mejorando. Pero no me puse buena hasta después de unos tres meses. El Dr. Murillo fue siguiendo la curación. Y cuando yo ya era como una persona normal, llamó el Dr. Massot de Reus y el Dr. Monné de Tarragona, para que me visitaran. Cuando me vieron, yo estaba fregando un rincón de mi casa. Los médicos no se creían lo que veían. “Sí, les decía el Dr. Murillo. Esta es la pubilla que visitábamos los tres juntos.” Le respondían que aquello no era una curación normal. La habíamos dejado por muerta. Hicieron estudiar el caso. Y tengo entendido que una Revista de Medicina de Madrid se hizo eco del mismo. Lo cierto es que después del ataque que tuve cuando me vestían porque me daban por muerta, mi madre encontró debajo de mi almohada una estampa con reliquia del P. Francesc Crusats, martirizado en la Selva del Camp. Nadie supo nunca quién me había puesto aquella estampa con reliquia que he guardado siempre y con la que quiero ser enterrada.
Más tarde su hijo Andreu se casaria con María, la protagosnista del favor referido.
______________________________________ Le dedican una calle
Los hijos de la Selva del Camp dedicaron una calle al P. Crusats. Reconocian el valor de su testimonio, y la gloria que supnía para su población.