Cuando eres canijo, porque lo eres.
Cuando eres Tachenko, porque lo eres
Cuando estás pelado de grasas, porque no comes y por que sí.
Y cuando la liposucción parece el único camino, algunas asoman por él
Las fregonas atesoran entre sus filas grandes mujeres. Por el tamaño digo.
No todo el mundo tiene pasta para ir a Estados Unidos, donde a parte de la Estatua de la Libertad, las Cataratas del Niágara o Hollywood, uno va porque quiere reconfortarse así mismo de ver a tanta gente yanki con un sobrepeso descomunal, muy superior al de uno mismo.
Hace años, las agencias de viajes, detectando esta necesidad de autocomplacencia con el propio cuerpo, han optado por la tarifa “ahorro”, pasando a ofrecer a sus clientes unos “tours” de visita a los turnos de trabajo de currantes limpiadoras en la Administración. Lo mismito que esperas ver en territorio “yu-es-ei”, pero en suelo patrio, y a precio reducido
¡Miel sobre hojuelas!
Hablando en serio. En cuanto a su aspecto femenino, las haylas de dos extremos:
1) Las que no se ponen ni tan siquiera crema de cacao por muy cortados que tengan los labios.
2) Y las que al otro lado del espectro de la cosmética, parecen salir de un puticlucks de carretera de mala muerte.
A estas últimas, ningún color sobre el rostro las favorece. Pero los llevan todos. Cual pieles rojas en estado de guerra contra el mundo, embadurnan sus cardadas pieles faciales con todo el espectro del arco iris: Rojos de labios intensos, exceso de sombreado en los ojos, y potingue colorete desde los mofletes hasta la coronilla.
No hablemos de sus pelos, porque verlos, y pensar que su fregona la llevan realmente en la testa y ver que su auténtico peinau, es lo mismo, es todo uno.
Entre ellas, lo más “fashion” es llevar el pelo teñío. Pero teñío de cien tientes distintos, que al final no sabes ni de qué equipo de fumbol son, joder.
Finalmente, las que rizan el rizo, son las que llevan uñas de lagarto y tacones pa currá. Ahí se te escapa la risa hasta por el sobaquillo.