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ESA PASTA Q COBRAMOS

 

 INDICE FUNSIVIDA BUROCRÁTICA

 

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... Y MUY PRONTO,
¡¡¡ APASIONANTES FUNSIHISTORIAS IN LIFE !!!

 

 

CARTA ABIERTA SALARIAL

"Apaga y vámonos", parece ser la consigna. Abordar una kileada mental contra tu superior jerárquico, un factor recurrente en muchos subordinados, sin que pase de ahí mayormente, a Dios gracias. Aquí recogemos una de esas misivas surrealistas de un funsionaril hasta la gorra, que lo mezcla todo en plan cóctel de rabia, y que al final, da hasta para pensar en las cosas que nos fastidian en el curro burocrático ...

 

Querido IntelAdicto Funsionaril,

 

 

Te escribo desde las catacumbas de la vulgaridad, léase, mi departamento de Intervención du Contabilité. Como la faena refulge por todos los costados, rehuyendo mi rendimiento productivo, no he podido sino desfrenar mi estado catatónico, buscando y ahondando en nuevos horizontes de conocimiento personal.

 

Como la descomposición mental del átomo es un temita más que superado, he decidido descifrar incógnitas sobre mi mismo, profundizando en el autoconocimiento, en la introspección INTERIOR. La experiencia ha valido la pena. Me ha sacado de la estupefacción para caer en el marasmo.

 

Ante la duda, me he decantado por el ámbito económico de mi vida, investigando sobre el factor "Cómo me vienen a valorar, y por tanto retribuir, en esta santa Casa".

Tras un somero análisis sobre lo enunciado, los resultados han sido cuanto menos decepcionantes, amén de sorprendentes, y tan sólo un vocablo, "espeluznante", me ha recorrido como una apisonadora la espinal de la dorsal.

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ESE SALARIO MENSUAL, MENDRUGOS DE PAN...

 
 

 

Una vez recopilada una basta, extensa y dispersa información sita en la Intranet Corporativa relativa a mis nóminas, he logrado tabular mi media retributiva a diversos niveles.

Uno de esos niveles me ha sido definitorio de mi irrisoriedad.

Para llegar a descifrarlo, he procedido a lo siguiente: a la retribución bruta mensual le he practicado una división por la cifra de 30 días, dando como cociente una cuantía de “paga diaria”, que dividida por las siete horas de curro diario obligatorio, han devenido a alumbrar el coste horario bruto de un servidor.

Lo más bestia de todo el proceso, ha resultado al calcular el Neto Final por hora:

 

¡¡¡ 5,98 €/hora !!!!

 

¡Mi curro cada 60 minutos vale menos de 1.000 pelillas!

 

Que soy un LICENCIAU !!!

Que cha tengo treinta y tantos!!!

Que cha etoy casau !!!

Que ya tengo los huevos repelaus por la vida!!!

¿Qués esta mierda? ¿qué?

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ESA CALDERILLA IRRISORIA a la HORA...

 
 

 

Reduzcámoslo todo al absurdo:

¿Cuánto despilfarro funsionaril genero al minuto?....

¡ 10 centimitos !

 

La gran mentira en pelota picá. Ante mí.

El desconcierto envolviéndolo todo.

La farsa en pijama y al descubierto, iluminada con luces y taquígrafos.

Lo que uno creía hasta entonces, ¡al carallo! Currar por cuatro chabos...

 

Sigo conmocionado por la rebelación. Buen momento pa lo que sigue.

Oigo de fondo y catapultando un sonido estridente e insufrible, el kakareo de un canijo:

- "¡Rediós, rediós! Esto no puede seguir asín. Aquí, aquí,... aquí hemos de trabajar... ¡más y mejor! ¡Más productivamente! Más, más, más…".

 

Es él. El jefecito "valiente", que cual pececito que sale de su pecera, viene a ofuscarme en mi clarividencia y en mis propósitos.

 

Me incorporo, y cual bailarina inspirada buscando el cénit de su carrera interpretativa, genero un gesto danzarín enérgico, que da lugar a una obra de Arte Escénica. En materia de puntería, claro.

El aparato telefónico de mi mesa, vuela de su posición primigénia hacia el careto del DIRECTOR DE ORQUESTA.

Le reviento los dientes. Clink, clink, clink. Y un cuerpecillo infecto viene a mimetizarse con el parket.

 

Ahora, en el departamento, sólo se oyen desde el suelo, unos gruñiditos como de cerdo antes de pasar por la hoja del matarife. Ahí está, el champiñón revolcándose en el lodo del pavimento.

Lo pide a gritos.

Ma acerco a él, lentamente, con objeto de acabar con tanta agonía inútil, y silenciar ese maldito sonido que hiede desde su pestilente bocaza.

Una Pateada persistente de zapatazos talla 42 hasta agujerar las alpargatas, granjea a la postre una calma total. Buscada. Faena rematada.

No se oye ná.

 

- ¡Joé! Mansuciau los quesos - atino a decir, dirigiéndome a un compi que ha presenciado la escena con cara neutra. Impasible, inexpresivo. Ni un gesto de condescendencia, pena o desacato a lo ocurrido.

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HASTA EL MOÑO del PAVO ESE..

 
 

 

Ojeo alrededor. Estupefacto. Los rostros del resto de peña del departamento muestran el mismo talante. Hierático. Distante. Frío…

Ningún gesto fuera de lugar, ni una mueca, ni de aprobación ni de desaprobación.

Nada de estrañeza, nada de sorpresa. Siguen a lo suyo, tecleando sus numeritos, sus cositas, tramitando sus expedientes, reventando el saldo telefónico hablando con la parienta, cuchicheando memeces, mirando pal cielo, babeando... Nada fuera de lo normal. La placidez como tónica dominante. Todo sigue igual.

 

Ante tanto sosiego, tanta candidez, regreso a mi puesto. Tranquilo, a paso lento. Los pajarillos cantan, y a pesar de que el Otoño apreta, las flores rebrotan, y las golondrinas regresan por aire aunque sólo sea para palmarla de frío en estas tierras, ahora baldías.

Me aposento en mi silla, me rasco los cataplines, sin pasión, sin esperanzas de un alivio que ya fue ganado.

Repaso con mi mano la coronita, bostezo sin desmayo cerrando los ojos y a renglón seguido, sigo currando. Tal cual.

Al ritmillo de siempre. Tranqui, pausau...

 

El calendario lo rebela: ha pasado el tiempo. Es lo único que no se detiene, y aunque en el departamento huele un poquito a descomposición, a cierta mierda que sigue en el suelo sin que se limpie o se barra, nadie echa de menos a nadie. Ni las órdenes silvestres al viento, ni las gilipolleces sin sentido, ni las polladas de siempre.

Es más, el ambiente permanece libre de ruidakos. De contaminación acústica.

El nivel de decibelios ha descendido dramáticamente, mejorando la calidad laboral de los presentes hasta cotas insospechadas y desconocidas hasta entonces.

La felicidad calmosa se extiende entre el rebaño burrocrático, sin barreras, ni fronteras. Sin jefes soplapollas danzando su baile del chorras que no sabe callarse la boca nunca.

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MONEY por un poquito de SILENCIO, PLEASE...

 
 

 

En contraposición, algo sigue fallando. Desfalleciendo. Se llama sueldo y, sigue ahí, congelado. Año tras año. Pasmosamente paralizado en su cifra, que jamás crece, sino que decae en su poder consumista por culpa de un enemigo silencioso llamado “inflación”.

La maldita inflación.

Sempiterna asesina del poder adquisitivo del funcionario sufridor, desamparado por el Pagador público, que mira a otro lado cuando se trata de aumentar la paga.

 

La inflación, esa variable extraña y descarriada que mide falsamente a la baja, la auténtica subida real de precios y de la vida, y por tanto, embrutece maliciosamente nuestro contínuo empobrecimiento.

Porque nuestro sueldo no es digno, sino pitorreo y cachondeo puro…

 

Y aún así, el color de la vida, se ha tornado de rosa...

 

Ahora todo, absolutamente todo, es posible. Como que nos envíen a otro parásito a tocarnos la pera, a titiritearnos con sus cuerdas, o a ahogarnos con su lazo...

Sí señor, todo es posible…

 

Y así, como “MilPelillasMen” que soy, y Funsionario consumado también, me siento más mierda que ayer, pero menos que mañana.

 

Retributivamente hablando, ir a peor, es mi única certeza...

 

 

 

Un saludo a todos los pringaus

 

 

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DALT

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