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TiposLABORALES

TIPOLOGÍAS DE LABORALES I

La Casa del Poble, la Administració, és lloc de desenvolupament personal i prufesíoná d'homes i dones que volen fer el bo i millor. Els laborals són un grup diferent als funsionaris-funsionaris. Però hi són. Veiem quines classes

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TODO EL PERCAL LABORAL

La Administración se suele relacionar con los funcionarios y sus mandangas. Pero, ¡Oh revelación! Tenemos que en ese mercado de curro burocrático también habitan otros seres. Hombres que conviven y compiten con ellos, constituyendo otra categoría filotrabajosa peculiar y asentada en lo Público. Son conocidos como “los laborales”.

La mundología de los laborales en la Administración nos deja cuadros exquisitos, bodegones dignos de admirar, con frutas de sabores vistosos y variados. De su observación, nos alumbra de conocimiento el descubrir los grupúsculos que lo conforman. Este será nuestro cometido de hoy. Visualicemos el cuadro y metamos tajada.

1) LABORALES INDEFINIDOS.
Asimilados a funsionarios, seudofunsionarios, arribados mayormente “sin Opos” de por medio, pero que aún asín, habitan con “asiento-lapa” en la Casa del Pueblo. Pa siempres jamás, excepto si se cargan al jefe o asaltan la Tesorería Administrativa, claro. El axioma de su vida es:
”Estuve en el lugar justo, en el momento oportuno y simplemente, dije “SIIIIIIII”.
Sus glúteos fofos y  abombados, no son casualidad. Recordemos: dijo sí al pack burocrático, que incluye cultivar el pandero en el asiento hasta alcanzar dimensiones abominables para cuando la jubilación llame a su puerta.

2) LABORALES TEMPORALES.
Son aquellos que tienen en mente que un día u otro, otros “pensantes-mengüantes”, los de Recursos Humanos, tendrán que decidir si les cortan el chollo o si les absuelven “por ahora, y que siga la sopa boba”.
En el segundo caso, se concreta la propuesta de continuidad en una golisina con formato de contrato-prórroga, ande la letra pequeña señala, a sangre y fuego, una nueva fecha de caducidad.
La sensación de temporalidad se concreta en dos cosas:

a.  En que el tipo contratado para aplicarles el zapatazo cuando toque hacerlo, seguirá detrás de sus sillas, pegadito a ellos y soltando su nauseabundo aliento amenazante.

b.  Y en segundo lugar, admitámoslo: El tufillo oloroso a INEM no acaban de sacudírselo nunca de encima. La semilla de la duda taconea en sus mentes labradoras con el constante cuestionamiento de “¿Seguiré?, ¿seguiré?, ¿seguiré?”.
Lo gracioso del caso, es que estando en el filo de la navaja laboral, no pueden estrictamente someterse a reglas estables, ni prefijadas, ni seguras de comportamiento currantil y profesional. Y esto se debe a que, aunque ejecuten su trabajo correctamente, incluso bien, pues bien está; pero nadie les asevera la continuidad.
Si lo hacen mal, pues depende. Si nadie se entera, pueden seguir perfectamente,… o no. Si se entera algún mandamás o “los compis” circundantes, quizá crean que es alguien raro. Y los raros, no sé a qué obedece, tienen buena prensa. Venden. Se venden bien. Así es que puede ser que no sólo se queden, que les prorroguen, sino que les suban el sueldo. O quizá no. O sí. O no. Nunca se sabe.
En la Administración hay reglas, hay normas, hay circulares, hay legalidad vigente. Pero en materia de permanencia laboral, no existen directrices. Impera el “No hay reglas, neng”. No las hay. Y a eso se llama “Síndrome de la marea burocrática”: a veces tira paquí, a veces pallá.

3) Resto de peña LABORAL o los INCONCRETOS, ¿Ande dices que trabajas?”.
En este subgrupo se hacinan los parias de multiétnica pelamenta. Son los que curran en precario. Incluye a los “media jornada”, los que tienen contratos basurilla de prácticas, los que sustituyen a preñadas y lisiaus, los que están esperando que un semijubilado la palme o definitivamente “lo jubilen de una puta vez” y otros casos de pluma y tinta semejanta.

4) Los BECARIOS.
Les conocemos notablemente bien. Su situación fue largamente tratada en otros foros cultivados de esta web. Me remito a lo dicho, que ya es mucho.
La embaucación cuenta y mucho a la hora de reclutarlos de las bodegas universitarias. Se les conoce como “carne de cañon funsionaril”, y sirven tanto para un dulce como para un salau.
Dicho lo cual, no está de más diferenciar entre los becarios “con” o “sin sueldo”. Es duro, pero cierto.
Los primeros cobrarán algo más de 300 euretes al mes (ja, ja), haciendo horas extras claro (ja, ja, ja). Y los segundos, harán lo mismo de idem que los primeros, pero “pol tó el papo”, a las “muxas grasias, neng”. Ambos disfrutarán de la explotación de sus estimados compañeros, lo que pasa es que los que cobran, irán a penar sus males al bar, mientras que los otros no podrán ni salir del tugurio departamentil. Por falta de guita. Este nimio detalle patrocina su enclaustre en los aposentos administrativos, y chitón-pompóm.

(continuará)

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