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Vida del P. Francesc Crusats cmf

 Nacido en Seva, población cercana a Vic, el 5 de enero de 183, ingresó en el seminario vicense y se ordenó sacerdote el 18 de septiembre de 1858, ocho años después de la fundación claretiana; pocos meses después se incorporó a la Casa Misión de la “Merced”.

Vocación misionera. Mosén Xifré predicó ejercicios a los futuros sacerdotes antes de la ordenación sacerdotal, entre ellos, a Francesc Crusats. El fervor, la convicción y la fuerza de Xifré impresionaron al joven seminarista, Francisco. Por otra parte, su compañero y amigo entrañable, Mosén Brossosa ingresado ya, le habló  de la Casa Misión, de sus ideales y de su espiritualidad, del ambiente de piedad, de estudio, de fraternidad, del método de evangelizar a través de las misiones al pueblo. Era una propuesta nueva que ilusionó al novel sacerdote.

Crusats, predicador. Poco antes de acabar el primer año de vida en la Casa Misión, Crusats, en 1859 inicia la tarea misional; en dos años predica misión en 10 poblaciones de Catalunya. Sigue el esquema y el espíritu de Mosén Claret. Crusats experimenta el impacto espiritual de la predicación. La tarea era realmente intensa: predicación catequética y moral al pueblo por la noche; misión a los niños y a los jóvenes; muchas horas de confesión; visita a enfermos, la misa. Eran de entre 15 a 18 días de actividad de la mañana a la noche. El fruto espiritual era contabilizado por el gran número de conversiones, confesiones y comuniones; y por los centenares de asistentes procedentes de los pueblos cercanos. En esta tarea de casi dos años se fraguó el nuevo misionero.

 Figura misionera. Crusats era joven, alto, de rostro alegre, sereno y bondadoso; prefería evangelizar a niños y  jóvenes; su estilo de hablar era concreto, sencillo y alegre. Los pueblos deseosos de ayuda espiritual, acogían a los nuevos misioneros con el corazón y con sus casas abiertos. Crusats, aparecía ante  los feligreses como un sacerdote lleno de Dios y de amor a las gentes. Y pronto lo llamaron el “santo Crusats”.

Nuevas fronteras misioneras: Segovia. En 1861 fue enviado  a la nueva fundación de Segovia, hasta 1868. Va a continuar la evangelización aprendida en Vic y practicada en Catalunya. En esos años predica misión a 27 pueblos castellanos. La reanimación religiosa, las conversiones, las confesiones y las comuniones en cada pueblo son igualmente impresionantes. El ya curtido misionero, Mosén Crusats vive plenamente su vocación al servicio de la gente de los pueblos que le aman y les buscan, como a Jesús.

Jesús se levantó de madrugada, se marchó al descampado y allí se puso a orar. Simón y sus compañeros fueron y, al encontrarlo, le dijeron: “Todo el mundo te busca”. Él les respondió: “Vamos a otra parte, a las aldeas cercanas, para predicar también allí; que para eso he salido”. Así recorrió toda Galilea, predicando en sus sinagogas y expulsando los demonios (Mc, 1, 35-39)

Revolución española. El mes de septiembre de 1868 se produce el alzamiento militar contra la Reina Isabel II. Como antecedentes, fueron los  movimientos sociales y obreristas; también, los cambios frecuentes de gobierno de signo distinto: moderado (Narváez) y la Unión Liberal (O’Donnell); partidos democráticos como el republicano (Salmerón) y el republicano federal (Pi i Margall). Todo ello, socavando el prestigio de la Reina, hizo que en 1868 la flota, sectores del ejército y juntas locales formadas por progresistas, demócratas y miembros de  Unión Liberal promovieran la Revolución de Septiembre de 1868, conocida como “la Septembrina”. Destronada la Reina Isabel II, tuvo que marchar al destierro en París. La expulsión de las órdenes religiosas y el sectarismo del socialismo y del obrerismo al amparo de la revolución afectaron a la Iglesia española y tocaron casi de muerte la naciente Casa misión claretiana de Vic que tuvo que pasar la frontera e instalarse a la otra parte de los Pirineos, en Francia. Poco antes, Mosén Crusats había sido enviado a la Selva del Camp (1868) para colaborar en actividades pastorales: ejercicios a los ordenandos de la diócesis, director espiritual del movimiento de  jóvenes, “Congregació dels Lluïsos”, etc.

Mártir de la fe. El rumor lejano de sables contra la Iglesia se fue extendiendo por todo el país. También en la ciudad de Reus. Un grupo violento de izquierdas llegó de noche a  la Selva del Camp. En medio de la algarada, con teas encendidas, armas, escopetas, asaltan el Convento claretiano de reciente fundación. La comunidad huye y de dispersa. Forzadas las puertas de la huerta y de la casa, los invasores se encuentran con los último claretianos, P. Reixac i P. Crusats. En medio de la confusión reinante, el primero consigue esconderse. Crusats se queda, de pié, en el claustro. Al verse acosado, les dice con actitud serena, pacífica, pero el rostro pálido, -“Qué queréis, hermanos”. La respuesta  es la agresión, los golpes, insultos, amenazas, hasta que un cuchillo le corta la yugular. Crusats cae en tierra, bañado en su sangre. Se van marchando los violentos. Los compañeros de comunidad regresan y lo encuentran muriendo desangrado sobre el pavimento del claustro. Era el 30 de septiembre de 1868.

En el año 259 (dC), muy cerca de la Selva del Camp,  en la “Imperial Tarraco romana”, fueron martirizados su obispo, Fructuoso y sus diáconos, Eulogio y Augurio

“... el obispo Fructuoso, por aviso juntamente e inspiración del Espíritu Santo, dijo de manera que lo pudieran oír nuestros hermanos: - No os ha de faltar pastor ni es posible falle la caridad y promesa del Señor, aquí lo mismo que en lo por venir... Habiendo consolado a los hermanos, entraron en su salvación, dignos y dichosos en su mismo martirio... Actas de los mártires, BAC 75, 788-794

El Arzobispo Claret, unas semanas antes del martirio, cuando en Vic, dijo -Éste, [Crusats], me pasará delante”, en la gloria del martirio. (Epistolario Claretiano, E.C. II, p. 1298).

Igualmente, consumado el sacrificio de Crusats, escribió Claret al Sr. D. José Xifré, en octubre de 1868: “Demos gracias a Dios: ya el Señor y su Santísima Madre se han dignado aceptar las primicias de los mártires. Yo deseaba muchísimo ser el primer mártir de la Congregación... (E.C. II, p. 1297). Tertuliano, casi dos mil años antes, había dicho: “sangre de mártires, semilla de cristianos”. En la beatificación de los Claretianos del seminario mártir de Barbastro,  lo dijo y repitió Juan Pablo II.

Llega la primavera. El exilio forzoso de la nueva Congregación en Francia y la muerte de una joven promesa, Crusats, parecían presagiar crisis y desánimo. Pero el grano de trigo caído, comenzaría a dar sus frutos. A los diez años de la muerte del P. Crusats, la pequeña Congregación la formaban 117 Padres profesos, 6 Padres novicios, 41 Estudiantes profesos i 62 novicios, 77 Hermanos Coadjutores profesos y 33 novicios. Las Casas o seminarios eran 16. (Pere Codinachs cmf).