"BÚSQUEDA DESESPERADA DE RECONOCIMIENTO". (A. Piqué/junio 2010)
"NECESIDAD IMPERIOSA DE DEPENDER DE ALGUIEN" (A. Piqué/junio 2010)
Mujer, de 52 años, casada, con hijos.
Presentaba quejas de ansiedad, cambio de humor, y depresiones, resultado de la interacción con sus compañeros de trabajo. La reacción ante conflictos era ausentarse y estar sin ganas de hacer nada, quedándose triste y con sensaciones de desprecio de los demás y pensamientos de no importar a nadie, considerando que todos eran agresivos con ella.
Los problemas de ansiedad, de no sentirse querida y de no importar a nadie, empezaron un año después del inicio de convivencia con su marido; pero los efectos negativos en la salud emergieron ostensiblemente, al poco tiempo, en el trabajo, sufriendo mucha ansiedad, falta de atención, amnesias e incluso algún desmayo y sentirse deprimida. Todo ello la llevó a un tratamiento neuro-psiquiátrico a base de ansiolíticos y antidepresivos, que duró 4 años.
Al no experimentar mejoría, acudió a la consulta por indicación de su médico.
Los criterios para la resolución de esta conducta fueron concienciar los mecanismos evitadores de sus emociones y sentires, y buscar los orígenes en conductas primitivas que le ocasionaran tristeza, culpa y ansiedad. Todo ello permitió encontrar la confirmación de la existencia de unos “patterns” de conducta/reacción primitivas que le servían de defensa ante las situaciones emocionalmente traumáticas, de desprecio, y de ausencia de atención y cariño por parte de sus padres. Con sus conductas evitativas, defensivas, evitaba como el que se agarra a un clavo ardiendo los sentimientos verdaderos y los estados de ansiedad consiguientes.
Tuvo 10 sesiones de Psicoterapia Dinámica Breve Intensiva (ISTDP-Dr. Davanloo), y, después del Alta, un seguimiento de tres años.
Art.: Antonio Piqué Gelonch – Mayo 2010.
Psicoterapeuta. COPC 829
Varón de 23 años, vive en pareja, trabaja de comercial en una fábrica de muebles.
La principal molestia, por la que acude a psicoterapia, es Inestabilidad, Nauseas, Mareos, “no de caerse”. Secundariamente tiene mala relación con los demás, no tiene amigos, y mucho agobio en el trabajo, entre otras razones por una “supeditación excesiva a los demás”. Sufre, también, de crisis de ansiedad; en alguna ocasión ha tenido que acudir a urgencias. Tiene problemas estomacales, de insomnio, pesadillas y muy obsesionado por su rendimiento en el trabajo, venta de muebles. Le cuesta mucho, por esta obsesión conciliar el sueño y todo el día y noche piensa en su trabajo, con su angustia y estado de nervios consiguiente.
Aunque la ansiedad y las dificultades de relación social siempre le han acompañado, los problemas se acentuaron, considerándolos como tales, al año de su trabajo, y teniendo que causar baja por crisis de ansiedad y depresión. Ha recurrido durante 3 años a tratamientos psiquiátricos. Acude a ISTDP, aunque no cree en ella, por indicación de su médico de cabecera.
En el tratamiento se buscó la máxima cercanía emocional personal con el terapeuta, hecho muy difícil debido a su conducta obsesiva de rumiaciones, explicaciones, paráfrasis, justificaciones, ironía, sarcasmo, evitando el contacto visual, etc. etc.
Al núcleo de su desajuste emocional se llegó a través de la experiencia de su impulsividad reprimida hacia el terapeuta y su expresión. El propio paciente y de manera espontánea refirió la existencia de unas parecidas vivencias hacia su padre.
En relación con su padre se pudo trabajar con la cercanía debida hacia sus figuras parentales, principalmente con el padre. Siempre había manifestado una fuerte dialéctica y enfado soterrado por el trato recibido; enfado que siempre evitaba apartándose de su lado (“nunca me he sentido querido ni he tenido reconocimiento a mi persona”). El resultado siempre era poner distancia entre las dos partes justificándose él mismo la necesidad de separarse, principalmente de su padre, por ser imposible la convivencia con él, y que alguna vez cambiara.
Tuvo 20 sesiones de ISTDP, consiguiendo la desaparición total de los mareos y vértigos, las crisis de ansiedad, la depresión; los problemas estomacales también desaparecieron. Socialmente se pudo recobrar la cercanía emocional y de trato con el padre (“he podido comprobar que no era mala persona, y en el fondo no nos conocíamos”), y mejoró en las relaciones humanas y de trabajo.
En el seguimiento realizado al año se observó que la conducta personal era servicial y cercana a los demás, aunque no exenta de firmeza “cuando conviene” y comprobando con admiración y sorpresa (“me he sorprendido de mi mismo”) que el rendimiento en su trabajo mejoró con creces.
Art.: Antonio Piqué Gelonch – Junio 2010.
Psicoterapeuta. COPC 829
http://antoniopique@tarracosalud.com