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TRASTORNOS EMOCIONALES

 

 




"SENSACIÓN DE NO IMPORTAR A NADIE". (A. Piqué/mayo 2010)


Mujer, de 52 años, casada, con hijos.

Presentaba quejas de ansiedad, cambio de humor, y depresiones, resultado de la interacción con sus compañeros de trabajo. La reacción ante conflictos era ausentarse y estar sin ganas de hacer nada, quedándose triste y con sensaciones de desprecio de los demás y pensamientos de no importar a nadie, considerando que todos eran agresivos con ella.

 

Los problemas de ansiedad, de no sentirse querida y de no importar a nadie, empezaron un año después del inicio de convivencia con su marido; pero los efectos negativos en la salud emergieron ostensiblemente, al poco tiempo, en el trabajo, sufriendo mucha ansiedad, falta de atención, amnesias e incluso algún desmayo y sentirse deprimida. Todo ello la llevó a un tratamiento neuro-psiquiátrico a base de ansiolíticos y antidepresivos, que duró 4 años.

Al no experimentar mejoría, acudió a la consulta por indicación de su médico.

 

Los criterios para la resolución de esta conducta fueron concienciar los mecanismos evitadores de sus emociones y sentires, y buscar los orígenes en conductas primitivas que le ocasionaran tristeza, culpa y ansiedad. Todo ello permitió encontrar la confirmación de la existencia de unos “patterns” de conducta/reacción primitivas que le servían de defensa ante las situaciones emocionalmente traumáticas, de desprecio, y de ausencia de atención y cariño por parte de sus padres. Con sus conductas evitativas, defensivas, evitaba como el que se agarra a un clavo ardiendo los sentimientos verdaderos y los estados de ansiedad consiguientes.

 

Tuvo 10 sesiones de Psicoterapia Dinámica Breve Intensiva (ISTDP-Dr. Davanloo), y, después del Alta, un seguimiento de tres años.

 

Art.: Antonio Piqué Gelonch – Mayo 2010.

Psicoterapeuta. COPC 829








Varón de 23 años, vive en pareja, trabaja de comercial en una fábrica de muebles.

 

La principal molestia, por la que acude a psicoterapia, es Inestabilidad, Nauseas, Mareos, “no de caerse”. Secundariamente tiene mala relación con los demás, no tiene amigos, y mucho agobio en el trabajo, entre otras razones por una “supeditación excesiva a los demás”. Sufre, también, de crisis de ansiedad; en alguna ocasión ha tenido que acudir a urgencias. Tiene problemas estomacales, de insomnio, pesadillas y muy obsesionado por su rendimiento en el trabajo, venta de muebles. Le cuesta mucho, por esta obsesión conciliar el sueño y todo el día y noche piensa en su trabajo, con su angustia y estado de nervios consiguiente.

 

Aunque la ansiedad y las dificultades de relación social siempre le han acompañado, los problemas se acentuaron, considerándolos como tales, al año de su trabajo, y teniendo que causar baja por crisis de ansiedad y depresión. Ha recurrido durante 3 años a tratamientos psiquiátricos. Acude a ISTDP, aunque no cree en ella, por indicación de su médico de cabecera.

 

En el tratamiento se buscó la máxima cercanía emocional personal con el terapeuta, hecho muy difícil debido a su conducta obsesiva de rumiaciones, explicaciones, paráfrasis, justificaciones, ironía, sarcasmo, evitando el contacto visual, etc. etc.

 

Al núcleo de su desajuste emocional se llegó a través de la experiencia de su impulsividad reprimida hacia el terapeuta y su expresión. El propio paciente y de manera espontánea refirió la existencia de unas parecidas vivencias hacia su padre.

 

En relación con su padre se pudo trabajar con la cercanía debida hacia sus figuras parentales, principalmente con el padre. Siempre había manifestado una fuerte dialéctica y enfado soterrado por el trato recibido; enfado que siempre evitaba apartándose de su lado (“nunca me he sentido querido ni he tenido reconocimiento a mi persona”). El resultado siempre era poner distancia entre las dos partes justificándose él mismo la necesidad de separarse, principalmente de su padre, por ser imposible la convivencia con él, y que alguna vez cambiara.

 

 

Tuvo 20 sesiones de ISTDP, consiguiendo la desaparición total de los mareos y vértigos, las crisis de ansiedad, la depresión; los problemas estomacales también desaparecieron. Socialmente se pudo recobrar la cercanía emocional y de trato con el padre (“he podido comprobar que no era mala persona, y en el fondo no nos conocíamos”), y mejoró en las relaciones humanas y de trabajo.

 

En el seguimiento realizado al año se observó que la conducta personal era servicial y cercana a los demás, aunque no exenta de firmeza “cuando conviene” y comprobando con admiración y sorpresa (“me he sorprendido de mi mismo”) que el rendimiento en su trabajo mejoró con creces.

 

 

Art.: Antonio Piqué Gelonch – Junio 2010.

Psicoterapeuta. COPC 829

http://antoniopique@tarracosalud.com







"BÚSQUEDA DESESPERADA DE RECONOCIMIENTO" (A. Piqué/junio 2010)

Varón de 23 años, vive en pareja, trabaja de comercial en una fábrica de muebles.

 

La principal molestia, por la que acude a psicoterapia, es Inestabilidad, Nauseas, Mareos, “no de caerse”. Secundariamente tiene mala relación con los demás, no tiene amigos, y mucho agobio en el trabajo, entre otras razones por una “supeditación excesiva a los demás”. Sufre, también, de crisis de ansiedad; en alguna ocasión ha tenido que acudir a urgencias. Tiene problemas estomacales, de insomnio, pesadillas y muy obsesionado por su rendimiento en el trabajo, venta de muebles. Le cuesta mucho, por esta obsesión conciliar el sueño y todo el día y noche piensa en su trabajo, con su angustia y estado de nervios consiguiente.

 

Aunque la ansiedad y las dificultades de relación social siempre le han acompañado, los problemas se acentuaron, considerándolos como tales, al año de su trabajo, y teniendo que causar baja por crisis de ansiedad y depresión. Ha recurrido durante 3 años a tratamientos psiquiátricos. Acude a ISTDP, aunque no cree en ella, por indicación de su médico de cabecera.

 

En el tratamiento se buscó la máxima cercanía emocional personal con el terapeuta, hecho muy difícil debido a su conducta obsesiva de rumiaciones, explicaciones, paráfrasis, justificaciones, ironía, sarcasmo, evitando el contacto visual, etc. etc.

 

Al núcleo de su desajuste emocional se llegó a través de la experiencia de su impulsividad reprimida hacia el terapeuta y su expresión. El propio paciente y de manera espontánea refirió la existencia de unas parecidas vivencias hacia su padre.

 

En relación con su padre se pudo trabajar con la cercanía debida hacia sus figuras parentales, principalmente con el padre. Siempre había manifestado una fuerte dialéctica y enfado soterrado por el trato recibido; enfado que siempre evitaba apartándose de su lado (“nunca me he sentido querido ni he tenido reconocimiento a mi persona”). El resultado siempre era poner distancia entre las dos partes justificándose él mismo la necesidad de separarse, principalmente de su padre, por ser imposible la convivencia con él, y que alguna vez cambiara.

 

 

Tuvo 20 sesiones de ISTDP, consiguiendo la desaparición total de los mareos y vértigos, las crisis de ansiedad, la depresión; los problemas estomacales también desaparecieron. Socialmente se pudo recobrar la cercanía emocional y de trato con el padre (“he podido comprobar que no era mala persona, y en el fondo no nos conocíamos”), y mejoró en las relaciones humanas y de trabajo.

 

En el seguimiento realizado al año se observó que la conducta personal era servicial y cercana a los demás, aunque no exenta de firmeza “cuando conviene” y comprobando con admiración y sorpresa (“me he sorprendido de mi mismo”) que el rendimiento en su trabajo mejoró con creces.

 

 

Art.: Antonio Piqué Gelonch – Junio 2010.

Psicoterapeuta. COPC 829

http://antoniopique@tarracosalud.com





Varón de 23 años, vive en pareja, trabaja de comercial en una fábrica de muebles.

 

La principal molestia, por la que acude a psicoterapia, es Inestabilidad, Nauseas, Mareos, “no de caerse”. Secundariamente tiene mala relación con los demás, no tiene amigos, y mucho agobio en el trabajo, entre otras razones por una “supeditación excesiva a los demás”. Sufre, también, de crisis de ansiedad; en alguna ocasión ha tenido que acudir a urgencias. Tiene problemas estomacales, de insomnio, pesadillas y muy obsesionado por su rendimiento en el trabajo, venta de muebles. Le cuesta mucho, por esta obsesión conciliar el sueño y todo el día y noche piensa en su trabajo, con su angustia y estado de nervios consiguiente.

 

Aunque la ansiedad y las dificultades de relación social siempre le han acompañado, los problemas se acentuaron, considerándolos como tales, al año de su trabajo, y teniendo que causar baja por crisis de ansiedad y depresión. Ha recurrido durante 3 años a tratamientos psiquiátricos. Acude a ISTDP, aunque no cree en ella, por indicación de su médico de cabecera.

 

En el tratamiento se buscó la máxima cercanía emocional personal con el terapeuta, hecho muy difícil debido a su conducta obsesiva de rumiaciones, explicaciones, paráfrasis, justificaciones, ironía, sarcasmo, evitando el contacto visual, etc. etc.

 

Al núcleo de su desajuste emocional se llegó a través de la experiencia de su impulsividad reprimida hacia el terapeuta y su expresión. El propio paciente y de manera espontánea refirió la existencia de unas parecidas vivencias hacia su padre.

 

En relación con su padre se pudo trabajar con la cercanía debida hacia sus figuras parentales, principalmente con el padre. Siempre había manifestado una fuerte dialéctica y enfado soterrado por el trato recibido; enfado que siempre evitaba apartándose de su lado (“nunca me he sentido querido ni he tenido reconocimiento a mi persona”). El resultado siempre era poner distancia entre las dos partes justificándose él mismo la necesidad de separarse, principalmente de su padre, por ser imposible la convivencia con él, y que alguna vez cambiara.

 

 

Tuvo 20 sesiones de ISTDP, consiguiendo la desaparición total de los mareos y vértigos, las crisis de ansiedad, la depresión; los problemas estomacales también desaparecieron. Socialmente se pudo recobrar la cercanía emocional y de trato con el padre (“he podido comprobar que no era mala persona, y en el fondo no nos conocíamos”), y mejoró en las relaciones humanas y de trabajo.

 

En el seguimiento realizado al año se observó que la conducta personal era servicial y cercana a los demás, aunque no exenta de firmeza “cuando conviene” y comprobando con admiración y sorpresa (“me he sorprendido de mi mismo”) que el rendimiento en su trabajo mejoró con creces.

 

 

Art.: Antonio Piqué Gelonch – Junio 2010.

Psicoterapeuta. COPC 829

http://antoniopique@tarracosalud.com



"NECESIDAD IMPERIOSA DE DEPENDER DE ALGUIEN" (A. Piqué/junio 2010)

 

 


Muchas personas, no enterándose de su forma de vivir social y angustioso, un día descubren, por el motivo que sea, que siempre han buscado la dependencia de los demás, que no podían iniciar actividades por si solos, que han tenido miedo constante a perder la dirección y el apoyo de otros, acuden a psicoterapia. Evidentemente son personas muy necesitadas de una reestructuración de su personalidad.

 

Según el DSM-IV (Ed Masson 95), todas aquellas personas que en su manera habitual de actuar y vivir su vida, sufran más o menos angustia y depresión, y tengan:

 

están incluidos en el campo de los TRANSTORNOS DE PERSONALIDAD POR DEPENDENCIA. Sus dificultades, tanto de vida, de relación como de angustia y somatizaciones, hablan de la necesidad imperiosa de acudir a psicoterapia.

 

Esquema: Antonio Piqué Gelonch

antpique@gmail.com







“Discuto con mi pareja y pierdo el control en el trabajo y con mis hijos” (A. Piqué/ Julio 2010)

Inspirado en Malan: Pág.:18sss
 
 
La vida humana es social. En las relaciones multi-axiales entre los seres humanos se producen conductas determinadas, que si bien todas ellas acostumbran a tener explicaciones, no todas son derivadas de salud psíquica. Ej.: La “Sra.xa”, que tiene frecuentes y duros enfrentamientos con su marido, por temas de economía doméstica, se ve muy excitada y nerviosa en su lugar de trabajo. Su reacción con más de un cliente es agresiva. Y de regreso a su domicilio, ante, por Ej.: un desorden y alboroto de sus hijos pierde el control propinándoles una solemne paliza. En este caso, si bien vemos cierta explicación, no podemos concluir que estas reacciones sean emocionalmente sanas.
 
Evidentemente los seres humanos tendemos a evitar el malestar psíquico, a controlar conductas i/o sentimientos inaceptables. Ahora bien, lo inaceptable siempre tiene una salida u otra, aunque sea de manera solapada o subrepticia o descontrolada. Siempre sus consecuencias provocan un sufrimiento añadido, del tipo que sea.
 
En resumen y a grandes trazos, para evitar conflictos psíquicos o controlar ciertos impulsos inaceptables, se adoptan diversos mecanismos defensivos (“tapadera del auténtico”). La consecuencia de adoptar un mecanismo “disimulador” es una conducta mal adaptada, neurótica, o lo que es lo mismo, un síntoma neurótico. Estas conductas son totalmente negativas, tanto para el individuo como para su círculo social y son casi o totalmente incontrolables. La consecuencia es el establecimiento de un círculo vicioso entre el individuo actor de tales conductas defensivas y su círculo social. El estado psíquico individual y de relación con los demás se estará realimentando mutuamente provocando una historia humana personal y social desajustada y provocadora de patología tanto psíquica como fisiológica y social.
 
El trabajo de la psicoterapia es analizar la situación y en el momento oportuno interpretar al paciente “Sra. xa” toda su conducta; es decir, señalar los mecanismos que ha adoptado para evitar el conflicto i/o el sentimiento que no aceptaba; La terrible ansiedad y angustia que traería expresar dichos sentimientos y concienciar la naturaleza de estos sentimientos que han permanecido ocultos de una manera mas o menos intensa.
 
Hecha esta labor por el Psicoterapeuta junto con la Paciente, la “Sra. Xa” mejoró en sus relaciones conyugales, y los malos modales con ciertos clientes y descontroles  con los hijos dejaron paso a la normalidad y satisfacción en las relaciones humanas y familiares. Trabajo realizado en 6 sesiones.
 
Art.: Antonio Piqué Gelonch – Julio 2010
http:// antpique@gmail.com






"Mi problema es no saber decir que no" (P. Benet / julio 2010)

“Mi problema es no saber decir que no”. “Se aprovechan de mi”.

 María, 38 años, casada y con 3 hijos. Profesión: maestra de primaria.

 María es muy hábil en casi todo: buena madre, buena compañera, profesional excelente. Parece que llega a todo y sabe contentar a todos. Bueno, a todos, menos a sí misma. Se siente insatisfecha aunque consigue los objetivos que se propone. Padece un nivel de ansiedad alto: ataques de ansiedad con sensación de ahogo, dificultad para conciliar el sueño e irritabilidad. Estos son sus síntomas principales desde que trabaja a jornada completa, hace dos años.

 El problema está en que no ha aprendido a respetarse a sí misma. Ha crecido en un ambiente que no le enseñó a escuchar sus propias necesidades, sino a gustar a los demás y a dar una buena imagen de sí misma y de paso de su exigente e insegura madre. Así pués, aprendió a descuidar sus necesidades, a dar prioridad a los demás. Esto supuso una gran negligencia hacia sí misma.

 La consecuencia fue que se acostumbró a ponerse a sí misma en situaciones de ansiedad y aguantarlas, no llegando incluso ni a reconocerla. Estas manifestaciones de ansiedad la asustaban mucho, sobre todo cuando eran parecidas a un ataque al corazón y eran incontrolables.

 Cuando acudió a psicoterapia, el primer trabajo que hicimos, según la técnica de Psicoterapia Dinámica Breve Intensiva del Dr. H. Davanloo, fue aprender reconocer dichas manifestaciones corporales, buscar qué estímulo las provocaba y qué sentimientos estaba inconscientemente reprimiendo.

 Así se pudo reconstruir su personalidad. Al cabo de unos meses, María cambió su personalidad dependiente y sumisa por una personalidad independiente y fuerte, aunque a la vez cercana en la proximidad emocional. Esto era salud emocional que se traducía en salud física.

 Así aprendió primero a reconocer y luego a expresar sus verdaderos sentimientos. También se hizo el trabajo de digerir situaciones del pasado que le impedían crecer emocionalmente e independizarse.

 “Ahora hago las cosas a mi ritmo, no al que me marcan los demás. Soy capaz de pedir lo que necesito, perdonarme mis errores, y no tengo tanto miedo al rechazo de los demás”.

                                                                              Pilar Benet Ollé.
                                                                                Psicóloga. Mèdica de Tarragona.
                                       
Para consultas al autor: pilarbenet@tarracosalud.com