-Boceto a lápiz carboncillo: Aprovechados y a vivir del cuento
-Boceto a lápiz carboncillo: Recoger lo sembrado y disfrutarSeñoras, señores, feliz semana. Imagínenos si el odio se apoderara de un país. Tal vez dentro de diez años, esté sumido en una depresión económica, y su pueblo se polarice aún más. La gente está sufriendo y atenazada por el miedo, y un futuro presidente populista necesitado de chivos expiatorios. ¿Etiquetaría este al uno por ciento rico, a aquellos con altas pensiones de jubilación o a los poseedores de criptomonedas como la «causa» de los males? Cuando se confisca la propiedad, ¿qué otros derechos se desmoronan para todos?
Imaginemos las elecciones que cada uno mismo tendría que urdir para evitar que nuestras mentes sean secuestradas por campañas de propaganda llenas de odio. Puede haber una meta-elección ante nosotros.
La creación de un entorno problemático centrado en el odio no deja de ser un hallazgo de quienes dijeron que iban a hacernos tocar el cielo. Pero parece que han decidido conformarse con pisar moqueta y aliviar, eso sí, ese gravísimo problema en el que nadie había reparado hasta el momento. No parecen aptos para obrar una revolución, y quieren abaratar las atenuantes inexcusables en tan doloroso trance. ¿Tiene todo esto algo que percibir con una democracia, madura y capaz? En realidad, muy poco. Para empezar, los partidos son lo que son y se comportan de manera disciplinada y sumisa, no son capaces de abordar los problemas que afectan a las sociedades a las que dicen representar. Lo peor de toda esta historia es que sean muchísimos los ciudadanos que se prestan a seguir las indicaciones del teatro público, en lugar de exigir que dejen de gastar y gastar al buen tuntún.
En fin. Si no se cansan de nuestra compañía (ojalá que no) acá nos vemos, sin el olvido para los que se han ido.
Señoras, señores, feliz semana. Ferdinand Demara, conocido como “El gran Impostor”, se buscó la vida desarrollando todo tipo de argucias: vivió en varios monasterios, se alistó en el ejército y en la marina, cambió diversas ocasiones de nombre, llegó a fingir su muerte, fue profesor de psicología, celador, médico, abogado, consejero, capellán… se tomaba sus engaños a modo de un desafío, procurando hacerlo de la mejor manera posible. Cuando fue por fin descubierto, le preguntaron por el acicate de sus actos, su respuesta fue “picardía, solo picardía”.
Mentir en la Real Academia Española de la Lengua se define como “decir o manifestar lo contrario de lo que se sabe, cree o piensa”.
Engañar es “hacer creer a alguien que algo falso es verdadero”.
Sánchez: es un presidente gafe, al que todo le sale mal, la pandemia, la crisis energética, la guerra de Ucrania, Marruecos y podríamos seguir hablando, la totalidad de lo que toca lo convierte en algo que termina oliendo mal y podrido. Siendo un presidente al que se le tilda tantas veces de mentiroso, será porque no miente bien, y su permanencia en el poder se debe sobre todo a la carencia de mecanismos políticos reales de control y balance. La falta de cumplimiento de la palabra genera un coste de la mentira, un sentimiento al ciudadano de haber sido torpemente engañado. Así, el político debería mentir lindo, suscitar alternativas a la realidad tan creíbles que se adaptaran a la perfección a los sesgos de sus votantes en un periodo de medio a largo plazo.
Estamos absolutamente locos, hemos perdido el norte, vamos directos a despeñarnos por un precipicio, con un fondo oscuro en el que solo hay rocas y soledad. En fin, si no se cansan de nuestra compañía (ojalá que no) acá nos vemos, sin el olvido para los que se han ido.
Señoras, señores, feliz semana. Jesús dijo a los fariseos de su época: “No es lo que entra en la boca lo que contamina al hombre; sino lo que sale de la boca, eso es lo que contamina al hombre” (Mateo 15,11). La prensa no propaga, sino que crea la opinión libre, y lo que esta no cuenta no existe. Señalaba el filósofo Jean Baudrillard (1929-2007) que, en una época en la que los medios de comunicación están por todas partes; generan una hiperrealidad con una cadena de imágenes retransmitidas de cualquier evento, quedando estas ante el pueblo como una representación de la misma realidad.
¿Dónde reside, pues, la verdad? La íntegra del evento es inaccesible, y solo pasado el tiempo se podrán conocer hechos parciales sobre el mismo. A diferencia del pasado, es que hoy las redes sociales, tienen un poder y la capacidad de manipulación muy superior a antaño, hasta el punto de que se pueden conseguir victorias parciales, solo con el bombardeo de noticias falsas, manipuladas y sesgadas que mueven a la sociedad a presionar a sus gobiernos para tomar las decisiones consecuentes.
Lo curioso viene cuando medios contrarios las señalan por no ser creíbles, llegando a producir desinformación. Todos tranquilos, el gremio poético, como están muy pendientes de sus subvenciones, nada que reprochar, salvo que las haya, no se dedican a crear la glosa surrealista de nada, tal vez porque la realidad ha superado con generosidad la exageración.
Todo este entramado en el que nos movemos es deliberadamente hermético para que no sepamos lo que pasa. En fin, si no se cansan de nuestra compañía (ojalá que no) acá nos vemos, sin el olvido para los que se han ido.
Señoras, señores, feliz semana. «Existe siempre un culto a la ignorancia, y ha sido alimentado por la falsa noción de qué democracia significa que “mi ignorancia es tan válida como tu conocimiento”». Isaac Asimov.
El señor Castells tuvo la audacia de explicar que «condenar a los alumnos por un suspenso es elitista, machaca a los de abajo y favorece a los de arriba». Afirmación, de principio a fin, falsa, pues a los estudiantes de familias con pocos recursos no se les saca de la pobreza dándoles por decreto el aprobado, igual que el alumnado que viven bajo el paraguas de economías solventes nunca verán reducidas las fuentes de su riqueza por más asignaturas suspensas que tengan.
Según Lilith Vestrynge, “toda esta cultura del esfuerzo y la meritocracia es lo que genera esa fatiga estructural y toda esa pandemia de ansiedad”. “No te cuentan”, sigue Lilith, “que lo que importa no es tu esfuerzo, sino muy probablemente tu código postal, tu entorno y tu capital cultural”. “El ascensor social no funciona”. ¿Para qué esforzarte en conseguir tus objetivos si no los vas a lograr? Lilith ha estudiado en la Sorbona y tiene un currículum virgen en el sector privado. Nació en la política y ahora vive de ella.
Nadie ha elegido la familia con la que crece, con sus herencias culturales y económicas. Esto es cierto, pero el linaje, el entorno y la cultura nos proporcionan las ideas sobre el mundo que nos rodea. Para progresar en la vida será necesario prepararse con esfuerzo, y cuanto mejores sean los medios con los que se prepara un sujeto para el ámbito laboral, mayores son las posibilidades de éxito.
En fin, nada nuevo bajo el sol. Si no se cansan de nuestra compañía (ojalá que no) acá nos vemos, sin el olvido para los que se han ido.
Señoras, señores, feliz semana. Una reflexión inmediata en este momento histórico en el que hay tantos expertos empeñados en predecir el futuro y, sobre todo, en suponer que podemos determinar desde ahora mismo lo que debiera suceder en 2030 o en 2050. Las predicciones sobre el futuro que se hacen a hora y a deshora suelen tener un componente manipulador, pretenden que creamos algo que, en ausencia de tan insistentes pronósticos, tal vez no pensaríamos.
De los documentos hay que sacar original y copia, como se hacía con las máquinas de escribir mecánicas. Esta incapacidad para acertar con el futuro es la que ahora parecen haber perdido de vista los que se consideran expertos, los popes de la sostenibilidad y toda la enorme nómina de personajes dedicados a predecir el desastre como único final posible de la aventura humana, salvo, claro está, que les hagamos caso y obedezcamos sin rechistar sus recomendaciones.
Imaginar calamidades futuras es algo tan viejo como la humanidad, ese cometido lo pueden cumplir las religiones y la literatura, cuyo puesto consiste, respectivamente, en recomendar la bondad y ensoñar vidas y escenarios posibles que no todo el mundo puede vivir, pero de los que todos podemos aprender. Nada que objetar a una función que, sin duda, seguirá existiendo mientras exista algo a lo que podamos seguir llamando libertad.
En fin, nada nuevo bajo el sol y lo que te rondaré. Si no se cansan de nuestra compañía (ojalá que no) acá nos vemos, sin el olvido para los que se han ido.
Señoras, señores, feliz semana. Estamos en ese tiempo sucio y cansados. Hace calor, y al quitarse las máscaras con la primera luz, se van relevando rostros zafios y resacosos de los que fingieron cualquier cosa.
Es buena noticia que se castigue al mentiroso, porque la mentira de un político no es una mentira más, es algo más grave. La mentira piadosa suele ser, en ocasiones, algo que se puede percibir más con la autodefensa que con el intento de causar daño, mientras que el falso testimonio es siempre agresivo, y tratando de perjudicar a alguien.
Mentir supone negar a los ciudadanos el derecho a conocer la información correcta para así manipularlos mejor. Entonces, cuando los políticos empiezan a mentir, a dar falsos testimonios, con la añadidura de que, como tienen poder, exigen que su amplio coro de cortesanos, desde coadjutores a editorialistas de medios afines, empiecen a mentir con él, urdir que su poder oculte la verdad que interesa mantener en lo más oscuro.
Decía Hipócrates en el siglo IV a.C. «Los hombres deben saber que el cerebro es el responsable exclusivo de las alegrías, placeres, risa y diversión, y la pena, desaliento y las lamentaciones. Gracias al cerebro, de manera especial, adquirimos sabiduría y conocimientos, y vemos, oímos y sabemos lo que es repugnante y lo que es bello, lo que es malo y lo que es bueno, lo que es dulce y lo que es insípido».
En fin, nada nuevo bajo el sol y lo que te rondaré. Esto es lo que hay, es lo que tenemos solo porque el pueblo, la calle, la gente, lo quiere. Si no se cansan de nuestra compañía (ojalá que no) acá nos vemos, sin el olvido para los que se han ido.
Señoras, señores, feliz semana. Estamos en estas cuando, nos enteramos de qué miembros de la comunidad científica presionan para que se cambie el nombre del telescopio espacial James Webb por su supuesta implicación en políticas gubernamentales anti-LGTBI sobre mediados del siglo XX.
Un portavoz de la NASA ha matizado que los historiadores de la agencia llevaron a cabo una “búsqueda exhaustiva de los registros actualmente disponibles sobre James Webb y su carrera”, incluyó hablar con expertos que “han hecho previamente una amplia investigación sobre este tema”. “La NASA no ha encontrado ninguna prueba en este momento que justifique el cambio de nombre del telescopio”, sigue diciendo el comunicado, “actualmente están recopilando información en una actualización que la agencia compartirá”. Lo que la NASA no ha entendido es que los absolutistas del pensamiento de la siniestra no se preocupan por las pruebas, no les importan estas, solo quieren obediencia total, porque son los herederos de las doctrinas totalitarias. James Webb dirigió la NASA, entre los años 1961 al 1968, siendo entonces una agencia espacial incipiente, desempeñando un papel sustancial en el programa Apolo.
Tal vez sean un montón de bromistas de pésimo gusto y puede que a esto se sume una sociedad que está empezando a acostumbrarse a la chaladura, y a vivir con los nervios a flor de piel. Seguramente haya un poco de todo ello.
En fin, nada nuevo bajo el sol y lo que te rondaré. Si no se cansan de nuestra compañía (ojalá que no) acá nos vemos, sin el olvido para los que se han ido.
Señoras, señores, feliz semana. Desde la antigüedad la idea de que viajar es conocer mundo, y conocer mundo enriquece al individuo, ensancha su alma. El que viaja se hace más sabio, siendo la sabiduría un ideal admirable para el vulgo en cuanto a que consagra a algunos a la fama.
Hoy también el gentío quiere conocer, no se sabe muy bien para qué, pero quieren calar al mundo y divertirse en él como si se tratase de un inmenso parque temático. El turista de masas es la vulgarización del viajero, desea notar visualmente, llegar a un sitio, observar las imágenes, fotografiándolas sin tiempo para poder disfrutarlas. Conocer una ciudad se hace equivalente a visitar los sitios estándares marcados, y cuando haya terminado con la ruta marcada podrá decir que ya la conoce, no antes, por definición.
Por el contrario, el turismo de conocimiento está canalizado básicamente a la visita de museos y lugares históricos, viajando a un lugar distinto cada año, variando de ciudades, países e incluso sociedades. En esto, a diferencia del otro, ve con los ojos del espíritu y del entendimiento.
El fenómeno turismo de masas no fomenta el conocimiento de la realidad misma, sino un espectáculo o parque de atracciones. De la diversidad de culturas en un mundo globalizado solo quedan representaciones, y el Gobierno de vacaciones.
“Antes viajaban unos cuantos elegidos, hoy lo hace cualquiera” decía Fontane ya en 1873.
En fin, nada nuevo bajo el sol y lo que te rondaré. Si no se cansan de nuestra compañía (ojalá que no) acá nos vemos, sin el olvido para los que se han ido.
Señoras, señores, feliz semana. El político hábil domina cómo utilizar los medios de comunicación para que sus votantes vean que, de hecho, está tratando de promover sus intereses. Saber cómo realizar conferencias de prensa diarias y dar entrevistas en las que ensalza su ansia de promover los réditos de sus electores (y critica a sus rivales políticos por su desprecio al elector). Sabe cómo contratar personas influyentes en las redes sociales que anunciarán sin descanso su preocupación por su electorado y su deseo de promover sus preocupaciones. Conoce cómo crear comités especiales, grupos de trabajo y cómo poner y dar a su mejor gente la mayor de las suertes, a esas buenas gentes que lo pusieron en el cargo. Para finalmente, si este narciso patológico tiene fortuna, poder ser recompensado con repetidas victorias electorales. Todo un arrogante hortera, que va diciendo “vayan adecuando mis palacios para descansar de mi modesto cansancio”.
Los ciudadanos que no se dedican de forma alguna a la política directa, a menos que sean fanáticos, no entender los motivos que tienen, deberían sentir asco, frente a desviaciones de acciones extremas, por quienes hacen evidente que no trabajan por un porvenir común en libertad y respeto. Exacerban las diferencias o intentan engañar de modo intolerable a los electores, están lentamente cavando su propia fosa. Pobreza en economía, ruina institucional en lo político, que avanzan a pasos de gigante con el objetivo puesto en la destrucción del Estado de Derecho.
Saquear 680 millones de euros, es propio de políticos honrados, respetables, honorables y consecuentes. Lo ha dicho Pilar Alegría, y punto. En fin, acá nos vemos, sin el olvido de los que se han ido.
Señoras, señores, feliz semana. En el actual sistema, el PSOE solo puede radicalizarse y pactar con el entramado Frankenstein. Si no lo hubieran hecho, no podrían haber formado gobierno y tal vez los de Unidas Podemos se lo hubiera comido. El que lo vio fue Sánchez, el más nefasto dirigente de la democracia y dañino para España, pero que entendió la hoja de ruta del PSOE. Los progresistas son los únicos que garantizan la solidaridad, eso sí, bien entendida. Ya se sabe que la política consiste en sacarle al de arriba lo que necesita el de abajo, y si hay que pinchar, se pincha, si hay que plantarse, se planta porque defender lo propio es obligación de todo buen gobernante democrático. Este gabinete nos ha anegado con relatos sin asidero en lo que podamos pensar que es lo real. El propio presidente ha dicho un asunto y su contrario con el mismo convencimiento y con apenas unos días o unas horas de diferencia. El lenguaje conforma nuestra acción, o al menos lo condiciona. En realidad, es el relato. No la verdad, sino lo que decimos de ella como si existiera.
El PP tampoco lo tenía fácil en el multipartidismo actual, con Ciudadanos y Vox como rivales. Autodestruido Ciudadanos, al PP no le hace falta radicalizarse para combatir a Vox, pues hay un amplio electorado de derechas moderado que lo respalda, junto a un pequeño pero significativo sector de izquierda moderado al que puede atraer. Eso es lo que importa. Feijóo lo vio claro y eso le puede llevar a la Moncloa.
En fin, nada nuevo bajo el sol y lo que te rondaré. Esto es lo que hay, es lo que tenemos solo porque el pueblo, la calle, la gente, lo quiere. Si no se cansan de nuestra compañía (ojalá que no) acá nos vemos, sin el olvido para los que se han ido.
hgm